Sueños nihilistas

Era como ver al viejo Zaratustra anunciando la muerte de Dios con su farol.

La mujer se subía a la vidriera de la catedral y golpeaba, golpeaba con sus nudillos al cristal. Y se desmoronaba y oscurecía todo.

El niño recorría las mesas de las terrazas. Gritaba: "¡se mueren!, ¡se mueren!", y la gente lo evitaba, le ignoraban.

Los móviles retratando todo, grabando todo. Las escenas se sucedían vertiginosas en las pantallas.

Pero en el fondo eran dos molestias una mañana de domingo cuando todos disfrutaban de su alegre indiferencia. 

Un cuadro, una parodia, del final de los tiempos del nihilismo cumplido. 

Pero Zaratustra se dio cuenta de que todavía no era el momento y partió. ¿Sucederá lo mismo con la mujer y el niño?

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