Volver a Heidegger

Recorrer junto a él esos caminos de bosque, senderos que se cierran cubiertos de leños, claros que se dejan entrever y se ocultan. Volver a Heidegger, en su hundimiento, con su respuesta al humanismo sartriano, es un ejercicio de serenidad. Descubrir lo sagrado del mundo en la ex-sistencia del llamado del ser, descubrir la ferocidad que habita en el mismo claro, y la nada que es consustancial al pensar del ser. Volver a Heidegger para hundirnos en la pobreza, en el pensar de la verdad del ser, un giro hacia los senderos recorridos desde una mirada más inicial, desde el asombro de un mundo no atado al concepto, un mundo que se encierra en endecasílabos y rimas. Poesía, verdad, ser. Apartado, imposibilitado, desde su cabaña siente el mismo fuego que calentaba al sabio ermitaño: también ahí habitan los dioses. Cierra así:

“El pensar recoge el lenguaje en un decir simple. Así, el lenguaje es el lenguaje del ser, como las nubes son del cielo. Con su decir, el pensar traza en el lenguaje surcos apenas visibles. Son aún más tenues que los surcos que el campesino, con paso lento, abre en el campo.”

HEIDEGGER, M. Carta sobre el humanismo, pp. 90-91. Trad. Helena Cortés y Arturo Leyte. Madrid: Alianza Editorial, 2001.

 

Los surcos se prestan a la simiente como el pensar del ser a la verdad. Es una herida en la tierra que la habilita para germinar. Las ideas abren esos cauces no transitados. ¿Para qué la Filosofía?


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