Releyendo a Glauca: La hora del silencio

Vamos dispersando poco a poco nuestro pensamiento en los distintos foros de las redes sociales. Dejamos trazas y huellas pero perdemos el hilo y el nexo de nuestro pensar. Así hacemos flaco favor al Ser y nos dejamos llevar por el momento del presente ilimitado. 

Hoy amanezco con dos entradas en el WhatsApp de Hercritia Glauca. Las profesoras y filósofas Belén Castellanos y Teresa Oñate comparten artículos y entrevistas. No podemos por menos que adentrarnos y buscar lo que esencian.

"Filósofos como hackers..." dice el amigo mexicano Alejandro Rangel. Me gusta, ¿pues no es lo que siempre han hecho? Sus almas rompen los modos y moldes habituales. Denuncia, crítica, transgresión, alternativa... esto forma parte del acervo filosófico. Algunos llegan hasta la apología de lo criminal (Max Stirner). Le escucho a Belén, referir el problema de la filosofía actual como estatuto del saber, la pretensión de verdad. Ayer me sentía incómodo leyendo a Wittgenstein. "Lo que se puede decir son las proposiciones de la ciencia natural (...) Todo lo demás no puede decirse; no hay posibilidad de situarnos en un lugar fuera del mundo desde el que podamos contemplarlo y hablar de él. En consecuencia, dado que la filosofía no es una ciencia natural, sus proposiciones no pueden decirse, son sinsentidos." (Wittgenstein, Tractatus, pp. 80-81, introducción de Valdés Villanueva. Madrid: Tecnos, 2017).

"Creer que la ciencia produce verdad...", señala Belén. La ciencia parece que hace descripciones. Dice, de forma más o menos acertada, del funcionamiento de la realidad. La realidad parece dejarse decir-querer por la ciencia. Es como si respondiera dulcemente a la llamada de un esquema lógico que está en constante desvelamiento y adecuación. Todas las proposiciones devienen descubrimientos: como si quitáramos la tierra y la arena, los sedimentos adheridos y que impiden el paso a la real. Y en ese quitar vamos diciendo con un sentido, vamos perfilando la fórmula que responde a su figuración (vaya, Wittgenstein me está afectando después de todo: ese matiz que hace entre decir y mostrar...).

Repaso el artículo de Arnau y D'Ors y le escucho a Belén "un decir para silenciar..." Quizá sí, quizá sólo reste aguardar en el silencio para que esencie la verdad a la que accede. Y, a modo de paradoja, esto es justo hacia lo que Wittgenstein apunta: el silencio de la filosofía. Los hackers actúan siempre en silencio y provocan - algunos - importantes males; otros, señalan nuestras vulnerabilidades (¿fragilidad del ser?).

Yo me había levantado para seguir leyendo a Camus, El hombre rebelde…; y continuar con unos interesantes economistas – Hayek es muy recomendable –. “Espejos en las relaciones” menciona Belén, también en el pensamiento filosófico. 

Hay un fino nexo entre el vídeo-entrevista de Youtube de Belén y el artículo-entrevista de Arnau y D’Ors, un hilo que responde a la voz del silencio: parece que toca callar (Wittgenstein) para escuchar la ahogada palabra de ¿quién?, ¿qué? El Ser sigue ahí haciendo señas, aunque no haya formulación a modo de pregunta porque su respuesta esté fuera de toda lógica.



 


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