A Miguel Hernández

Diez años pasaron ya de tu centenario.

Ediciones de un lujo que no deseabas,

poesía musicalizada

y tus amigos.

 

Hoy me cuentan, Miguel,

que de La Almudena borran tus versos.

Pensé que sólo las sombras te velaban

mas siento que no,

no hay olvido

ni hay perdón

para el poeta caído.

 

¿Portas un traje encadenado?

Incomodas a algún venerable muerto Miguel.

No soportan tu palabra,

tu corazón,

tu espíritu que silva alegre al viento.

 

La cruel enfermedad en la injusta cárcel

apagó tu voz, acabó contigo,

y ahora acabarían hasta con tu aliento Miguel.

 

Pero levanta, alza tu mirada.

Mira. En rededor los álamos y crisantemos

aguardan la tibia caricia

de tu verbo eterno.

 

Podrán matarme mil veces,

podrán violar cada uno de tus versos,

pero nadie será capaz ya

de arrebatarle al Espíritu

su dueño.

 

No estás solo Miguel. Descansa tranquilo,

deja al tiempo labrar tu huerto.

Florecerás de nuevo, y traerás primaveras

a nuestro gélido y yermo invierno.



Retrato a lápiz de Miguel Hernández realizado por el dramaturgo Antonio Buero Vallejo durante la estancia del poeta en la prisión en Madrid © EFE



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