Cartas desde el azul – Manu 2.0

Manu, ¿dónde andas?

Siempre aparecías cuando necesitaba ayuda. ¿No serías un ángel de la guarda? Tenías ese extraño don de la sensibilidad. Sabías cuando algo iba mal y aparecías con una idea, una solución. Recuerdo un par de ocasiones, cuando el dinero para pagar los estudios apretaban la economía familiar: tú solías aparecer con una propuesta para trabajar unas horas a la tarde, o los veranos, para ayudarte en el taller. Otros se iban al pueblo de vacaciones. Nosotros pasábamos la mañana trabajando los días de julio y agosto. Pero también disfrutábamos, ¡qué demonios!

No apareces luego será que no me veo desamparado. Algo bueno que te llevas amigo. Ayer, después de tu muerte, después de recopilar tus fotos y escribirte unas palabras, después de comentarlo a algunos amigos (nadie llama, sólo mensajes de texto y emoticonos; son los restos del naufragio de nuestro ser), hicimos como si nada (pero la procesión va por dentro), como si se escuchara una tormenta a lo lejos pero estuviéramos tranquilos en casa: la serie de turno en el deleznable canal de pago de moda y a dormir. Hoy me he levantado con la decisión tomada de no ir a Gijón. Los hombres de antes no habrían dudado ni un minuto. Ya estarían ahí honrando tu cuerpo. Los medio hombres de ahora tememos las sanciones administrativas y no podemos dormir con la conciencia intranquila de contagiar o ser contagiados. Si el ser se va apagando, lo que es los hombres están ya desaparecidos.

No he soñado contigo. Es pronto. Pero sí he soñado una cercanía al ser. Sería tu alma haciendo señas. Me cuesta verte triste. Siempre te me apareces primero con esos ojos que querían ser azules pero brillan grises y verdosos, con su chispa y con tu sonrisa y voz fanfarrona y noble. Eres un hombre del norte. Te veo pidiendo una cerveza o una sidra, convidando a todos. No te siento apenado. Te he visto sufrir mucho en esta vida pero siempre dejaste un poso alegre, Manu. Ya me lo decías: “en mi epitafio que escriban «¡Que nadie diga que no lo intenté!»”. Yo creo que epitafio no tendrás, pero sí tu cala y tu mar.

Hoy he pasado por Begoña. Tienes cinco misas. La sacristana no veía adecuado un Funeral 2.0 (parece que no pueden sentar precedentes; debe ser algo reservado para curas y demás). Quizá sea poco pero he cogido las mejores horas. A las 10 sonarán las campanas y los altares más concurridos serán tuyos a las 11 y las 12. Iba diciendo que me parecía inmoral salir a dar una vuelta pero volví con ganas de celebrar. Luego soy un inmoral. Yo creo que tú me dirías aquello de “’¡Hijo! No me esperéis. Pasadlo bien.” Pero no sé. Le dejaré a Ana. La comida de Reyes ya se ha suspendido. Eso no se toca.

Te dejo amigo. Vamos a ver qué hacemos. Tengo que hablar con Carmen. Te contaré.He tenido sueños extraños. Creo que he sentido el ser.



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