Paisajes humanos y Elciego - Tim Atkim 2020
Un hombre pequeño, consumido su cuerpo por los años. Cerca están los noventa. Un Manolo cualquiera de un pueblo de la España vacía, un fruto de los campos de la vieja Castilla.
Labrado a sí mismo, de manos y tez morena, rugosa, surcada por el sol y el tiempo. Pero de espíritu joven, sin mácula. Todavía chispea su mirada.
Cada botella en fila. Cada copa delante de su botella.
"Estuve en Estocolmo. Les expliqué lo que debían hacer. Me invitaron a volver. Yo ya sabía que nunca más lo haría."
Un papel – sólo – y un bolígrafo desvencijado. Agrónomo, enólogo, director de la Estación Enológica… una institución con alma.
"Me invitaron a una conferencia en Argentina. ¿Pero qué hago yo aquí?, les dije. En Rioja no tenemos vuestra capacidad de producción." Y él no la quiere. No es su estilo. No está en su visión.
Vierte el vino comedido. Como un pianista ante el teclado, comienza su partitura.
"Raíces, técnica y honestidad comercial. " Para él, el vino es asunto de hogar y familia. Es sentir la tierra bajo sus pies, es sentir sus jugos.
Levanta las copas. Observa su luz, su brillo, su color. Fija la mirada en lo hondo y en la corona. Rojos, violetas, iodo... Aspira el aroma del caldo, lo paladea.
"Me tienen defenestrado. Al agricultor se le quiere ignorante. Hay que aplicar técnica .No basta con seguir las mismas rutinas."
Nos habla de innovación y de los intereses del capital. La técnica – no la rutina, ni la costumbre – la técnica llevada a las explotaciones vitivinícolas. Enseñar al hombre del campo, no mantenerle en la ignorancia.
“¿Para qué sirven sino esos laboratorios? ¿A quién sirven?”.
No quiere entrar en la política. Se recrea en el roble que entregó su oxígeno y bebió el agua de las vides: madera nueva, untosa.
"Nuestro modelo es Burdeos. ¿Por qué no se estudia la tierra?"
Anota cada sensación en el cuaderno. Unas pocas rayas. Tres columnas: color, aroma, boca. Y cruces como vides,
Ya tiene un orden. Empieza de nuevo. El vino elegido es contrastado de nuevo. Más notas en el papel.
"Cuando llegué en los años 60 eran cuarenta familias produciendo vino. Hoy son más de cuatrocientas. Algo hemos hecho."
Termina su obra. Apoya la espalda – satisfecho – en el respaldo de su silla: "Ya lo tengo", nos dice, y mientras espera paciente al resto, enseña:
"Hay un dogma instalado. La uva no puede subir de precio. El sur es el pulmón de las grandes bodegas y a eso no van a renunciar."
Un discípulo de Heráclito nos mostró cómo catar los caldos del Elciego, un lunes de noviembre. Fuimos afortunados gracias a un muestrario para un tal Atkim.
Quizá no se repita nunca más.
Cultura de la vid, lágrimas del trabajo del hombre.
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