"Si no fuera por el dolor del mundo..."
Así se expresa la mujer que me mostró el sendero.
Serena, confiada, "un problema medioambiental, sólo eso."
Si no fuera por ello, todo esto habría sido una mala digestión, un mal sueño.
Una de esas noches que duermes
con un ojo abierto, leyendo el pensamiento, vigilante.
Una de ésas en que es mejor despertar y adelantar
trabajos y compromisos.
Si no fuera por el dolor y el mundo...
la alegría estaría inundando nuestras calles y plazas.
Y algo de eso hay.
Por fin los niños corren libremente.
¡Algarabía! ¡Alborozo! Guerra de agua en los días soleados.
Por fin las personas mayores comparten
la brevedad de su tiempo, con nosotros.
Un caminar lento, apoyado. Un banco que espera
ceder el paso en la terraza.
Pero queda un temor que late,
algo que se ha adherido al alma.
Queda el temor,
la enfermedad de los seres queridos,
el forzoso distanciamiento, las necesarias
simas que se abren
entre los que se quieren.
Es el dolor grieta y abismo. Sólo la alegría puente.
Recobrar la alegría es llenar las calles. Ahora que el verano
llama a las puertas de una primavera robada, perdida, deseada.
Si no fuera por el dolor
tampoco abrazaríamos el deseo de mundo.
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