Los amigos

Cada día levanto la vista al marco nacarado y la fotografía en blanco y negro me devuelve tu sonrisa de niño alegre y travieso, tus ojos diminutos tras las gafas de ingeniero, tu ser entero.
No hace mucho te soñé ajetreado, laborioso, como siempre Javier, atento a tus asuntos. Ibas de aquí para allá en la oficina, hablando - quién sabe de qué - por teléfono.
Ayer nos encontramos de nuevo. Me enseñaste tu nueva ciudad. Su jardín botánico. Sus hermosas aves. Todo relucía bajo el artesonado de cristal.
Te vi bien, jovial, como cuando salíamos por Ledesma, con tus vaqueros y jersey de domingo, Me contabas - mientras paseábamos - que estabas empezando de cero, que habías encontrado un piso, que iniciabas tu nueva vida, que necesitabas dinero para comprarla y decorarla, decías. Hasta en el cielo es necesario. Por el callejón llegamos hasta su portal. Era una construcción humilde, entrañable, como tú. Luego la obscuridad se hizo y desapareciste en sueños.


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