A mi dulce amiga

Un día soleado y hermoso en la tierra del hombre,
regalo de Lola para caricia de sus hijas y amigos.
Difícil hablar de morir cuando la vida surge por cada rincón.
Retiradas las nieves, ahogadas las lluvias, el verano clama por su sitio en esta primavera oscura.

Días de luto y de dolor por la querida madre. Qué bien lo hizo.
Todo lo dejó para el mes de su virgen Auxiliadora.
Días lloviendo, llorando por su pérdida, hasta su resurrección.
Domingo sexto de Pascua, homilía en tres lenguas y Lola presidiendo.

Dulce muerte, para otros amarga, te llevaste a misue.
Ya era su momento, me dices, pero nadie llega a tiempo a su hora.
Ana sufre su ausencia, es la pequeña. Loli sigue su ejemplo, la mayor.
El resto son varones, entierran la madre, beben y aman sus mujeres.
La vida sigue en la tierra del hombre
pero se detiene en la tierra de la mujer.

Tarde de verano en primavera, Txelo me observa desde su balcón.
Ella sabe como yo que Maialen algo sentía
en estos juegos de adolescentes.
El tiempo pasó y cubrió de recuerdos la primera mocedad,
los primeros besos, las primeras maquinillas
y las escapadas a la playa de Toró.

Dulce muerte, ¿cuántos de los míos reclamas?
Búscame a mí que es quién deseas, lo sé,
y deja a los demás vivir sus vidas.
Yo no te temo, solo te quiero, bella y oscura dama.
Vives conmigo en esta tierra y me acompañas.
¿Qué esperas? Si como hombre ya erré y ahora enmiendo mi camino.

Sabes que no escribiré de tí, que no me interesas.
Haga lo que haga esperararás, lo sé. Mi problema, hermosa amiga, no eres tú;
es sólo el tiempo.

Teresa se preocupó de centrarme, horadar mi veta, romper el mineral que atesoro...
No tengas prisa, me tendrás, me entregaré, a su debido momento.
Te recibiré, amiga, con un beso y un abrazo. Tu deber será cumplir mis oraciones.

Bella compañera, protege a mis musas de tí misma. Cosechas en un mundo que te ignora.
Eres tabú amiga. Nadie se va en tus brazos; en soledad y temblorosos se apartan de vida.
Confundidos están quienes ignoran que tú eres la donadora, tú la fuente, tú el nacer y el ocaso de vida.

Ay, amiga, gracias a tí hoy siento el dulce sol a mi espalda y afilo mi verbo.
Ingrata tierra del hombre, que adorarte debía, te teme.
Tú, que creas cada estación y cada momento, muerte, amiga, sopórtanos
ahora que buscamos cómo alejarnos de tí.

Tiempo al tiempo y espacio para el ser, me digo.
Pero sé que el ser se llama Tiempo y tú eres quien lo cosecha.
Muerte, mi amable compañera de vida, dulce agua en el camino,
que aguardas para refrescar mi tránsito, donadora de descanso.

Umbral y horizonte de mi vida, su justificación y sentido.
Cuántas veces hemos hablado ya... deja de cosechar entre mis amigos.
Me buscas y me tendrás, cuando termine mi camino.

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