Piedad, también las rocas aguardan su lugar en el mundo
Recupero un ensayo de 2016. Pienso que es momento de hablar de piedad y pensar en tiempo. Es piedad el nombre del último dios que habita en tiempo. «La piedad es la disposición que el hombre debe adoptar ante el mundo si quiere superar la violencia metafísica y aceptar la finitud del ser», plantea Vattimo a sus compañeros de senda. Piedad es el nombre que recibe la madre del ser consumido que yace en brazos de su oportunidad. Es el llanto misericordioso por lo que se fue. Es el deseo de un reencuentro. Es la expresión del amor en su virtud, la elevación de cada instante a lo sagrado. Piedad es una mirada compasiva y serena al tiempo auténtico. Es el espacio del éxtasis temporal. Es la visión religiosa del Ereignis heideggeriano. Es trascendencia de la léthe. Piedad es Oteiza en sus Apóstoles: un buscar en la roca lo que está detrás y dentro, un querer desbrozar la piedra con el cincel hasta alcanzar su alma, la fuente de la que emana el ser. Piedad es la Energéia que movió la mano de Miguel Ángel ante su mármol. Piedad es la reserva, lo no dicho, los pasados abiertos, lo velado, lo tapado por la verdad de los vencedores, lo que aguarda, lo que vendrá. Si la historia de la metafísica es la historia de una época del ser, piedad es la otra historia del ser, la no contada, la de los fracasados, los humillados, los oprimidos, los perseguidos, los silenciados; y, también, es la historia del re-encuentro, de la aceptación, del perdón, del amor, “una ontología débil, que concibe el ser como transmisión y monumento (…) por encima de las iluminaciones proféticas”[1]. Piedad es el agua que apaga el fuego de la violencia metafísica del ser. Por piedad nace y muere el ser. ¿Por quién llora María? ¿Por el hijo asesinado o por la muerte del dios? María llora por piedad “por estos despojos (…) único verdadero motivo de la revolución, más que cualquier proyecto presuntamente legitimado en nombre del derecho natural o del curso necesario de la historia”[2]. ¿A quién guardan en el sepulcro? ¿Al hombre muerto o a la posibilidad de la resurrección? A-guardan “la posibilidad de que surja lo nuevo[3], y en consecuencia, de que se transformen los «paradigmas»”[4]. También las rocas aguardan su lugar en el mundo. (…) Piedad es un llanto de dolor y de esperanza; es la actitud serena de aguardar el acontecer; es la acción más propia del ultrahombre de Vattimo; la máxima energía en el mínimo espacio; una fuerza infinita sin desplazamiento; es la apertura de una discontinuidad espacio-temporal; una ventana a una época nueva: Ereignis que abre una Lichtung. Piedad es lo que nos acerca al otro lado del límite, lo divino inefable e inalcanzable, la humanidad ultrahumana, el lugar donde nació Zaratustra.
[1] Anuncia Nietzsche el superhombre y Vattimo lo refiere desde la mirada piadosa del hombre que está más allá del ser; renuncia a la grandeza de una venida esperada a favor de un sedimentar lo recibido y transmitido monumentalmente. Hace de los despojos del ser sedimento. Vattimo lee a Nietzsche en clave de Gadamer desmontando la perspectiva épica del Ser y Tiempo. Es una compasión por el ser que yace moribundo. Es una búsqueda derridiana de las huellas de los pasados que no han sido, “que no han llegado a transformarse en mundo: las ruinas acumuladas por la historia de los vencedores a los pies del ángel de Klee” (VATTIMO, G. Dialéctica, diferencia y pensamiento débil, pp. 41-42, El pensamiento débil). Es la compasión, el último pecado de Zaratustra “¡La compasión por el hombre superior!” (NIETZSCHE, F. Así habló Zaratustra, p. 415.
[2] VATTIMO, G. Dialéctica, diferencia y pensamiento débil, pp. 41-42, El pensamiento débil.
[3] Un regresar de entre los muertos al tiempo presente para abrir un futuro de esperanza. Aguardan el Ereignis, una Lichtung, un espacio nuevo, un tiempo nuevo, un nuevo claro del ser.
[4] VATTIMO, G. Dialéctica, diferencia y pensamiento débil, pp. 41-42, El pensamiento débil.
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