Fue cosa de dos sueños

Vestida de blanco,
en la soleada mañana de Unamuno.
Pelirroja, de rizos prolongados en hermosa melena.
Sentada, miraba a la gente pasar.
En la pared el relieve sobresalía en el fondo claro.
Las cortinas descorridas, la luz entraba por la ventana abierta.
Distraída, era alta.
Cubierta hasta las muñecas,
sus sandalias dejaban descubrir una blanca piel.
La suave brisa movía las cortinas
y la luz proyectada, pintaba de azules y verdes
y Europa emergía.
Llegó del norte y pronunció dos palabras: Inge Begmann.
Todo lo cambió cuando más lo necesitaba.
Ahora ya puedo invocarla.

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