Siso

"Ojalá fueras mi yerno", palabras inolvidables, al calor de la brasa, preparando una cena, familia y amigos, en reunión, en su pueblo natal. Noche de cálido Agosto en el cañón del Ebro. Correr del clarete de Tirgo, apurados porrones, fin de fiestas de Bilbao, en compañía, chisporrotear del fuego, cómplices conversaciones. Eras Siso de los grandes. De aquéllos decididos; pueblo a pueblo vendiendo miel, y acabar de joyero. Tú y Begoña, cuántas alianzas no habréis forjado. Alegre compañía de matinales sábados, chiquiteador de Santutxu, jovial, ¡qué gusto era saludarte!, ¡qué gusto la ronda de blancos! Mi buen Siso, cuánto de la vida enseñaste. Tus hijas velaron tus días, de palabras de ingenio: "no quiero mantas, echadme una mujer..." que pensaría Juana; "si me quedo paralizado, tiradme a la ría..." que pensaría el mar, bendito regalo. Hoy Ana te trae a mi recuerdo – enamorada, sólo quiere ser mantita –; hoy te siento, querido amigo, en la niebla bilbaína, cuando nuestro norte acaricia el verdor, días de tinto y canciones. Dos Victorias y añoranza, Siso; tus hijas siguen tus pasos; tus nietos Andrea y Diego te veneran; horadaste un sendero inigualable. Cuida de mis abejas que pronto libaremos su miel. Ser tu yerno era imposible, e innecesario. Ya fuimos familia, de la que se encuentra en la vida. Bien lo sabe Begoña.

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