Mi ciudad soñada

En la calle Nervión, a un paso del albergue, en Pío Baroja, cerca de las dependencias municipales, en Bilbao, hay gente abandonada a su suerte. "Si el albergue se ocupa no pueden dormir. Además, tienen un número máximo de días..." Si esto fuera cierto mi ciudad no merecería mis impuestos.
¿Acaso debemos aceptar la exclusión y el abandono como el porcentaje necesario? Algo estructural, imposible de vencer... Luego se llenan los balcones de hipocresía amarilla para recoger refugiados, incapaces de atender en lo más básico a las personas que forman parte de nuestras vidas. ¿Qué puede esperar una mujer o un hombre que huye de la guerra si entre los que están en paz hay gente que no tiene donde dormir? Página web del consistorio, ventana de la Esperanza, un e-mail y un teléfono que rezan "Alojamiento de Urgencia". Dos intentos de contacto, a las 8.30 y a las 9.00. Sonar de teléfono sin receptor aparente. "¿Y mis impuestos? "Urgente es que la mujer que duerme en la puerta de
nuestro portal (cerrado a las noches, ni siquiera puede dormir dentro) tenga un lugar de acogida. La mendicidad se acaba, aportando vivienda y medios básicos (no itinerancia y un atender de paso). ¿Quién no entiende esto? Porque quien no lo entienda, no está a la altura del servicio público.
Búsqueda en el portal que todo lo acapara, la misma página del mismo Ayuntamiento, ahora con una cita: "Si no existieran plazas disponibles, se le apuntara en lista de espera”. La excelencia de la villa se ve mermada con este párrafo. Es la lista de espera la que acaba con la paciencia y - a la vez - tranquiliza y adormece las conciencias. "Está en una lista de espera...", forma parte de una relación donde hay más de cero y menos de no se sabe cuantos, relación que alguien leerá y acreditará como "Su turno", en algún panel luminoso de alguna dependencia o estantería de mendicidad.
Pienso que es suficiente. Mientras tanto, no quiero escuchar más discursos 4.0, no quiero más smartización de nuestras farolas y semáforos, no más vigilancia en las calles. ¿De qué sirve grabar un asalto a un desvalido?¿Va a evitarlo la policía?¿Llegarán a tiempo? Se trata de que el desvalido no sea tal y el asalto, con ello, nunca ocurra. Quiero que las personas en mi ciudad se sientan como tal, personas; pero no sólo, también ciudadanos, pertenecientes a la comunidad, corresponsables en su desarrollo. Desatender a los más necesitados está siendo característica, rasgo, de nuestro modelo social: no son la excepción; son la regla de lo que está fallando. Incapaces de ofrecer hoy lo más básico, ¿qué no dejaremos de hacer mañana? Esta mujer, que busca el primer alimento, acompañada de su perro (siempre hay algo más humano que los hombres), descansará mañana también en nuestra puerta, desamparada. Intolerable, no es ésta mi ciudad soñada.



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