El humo

Las figuras compuestas, los textos entregados, cada actor en su papel, en el escenario se desarrolla la obra de anónimo autor. El final funesto: "¿Valía tanto?", pregunto a Claudia. Sus esmeraldas me clavan y me cuentan lo que el mar caribeño porta. Ella perdió algo importante aquí: tanto dolor expresado sin lágrima, a su belleza le adorna el verbo "cuidar". Y un viejo amigo enciende un cigarro. Le gusta sentarse y ver pasar. Enciende uno de ésos que cuestan, los de los buenos momentos, de la Habana recién llegado, liado con cariño, como las buenas tramas. Calada a calada, esboza una sonrisa. "Todo llega a su debido momento, como diría W.B., en la quinta parte del último segundo de la última hora". Sus ojos claros, acostumbrados al mar y las riberas, ya han visto a demasiados pasar. Algunos, junto a su silla, desvían la mirada; otros saludan y alargan la mano: "De todo esto saco quién estaba por el interés, y quién por cariño". Este es su momento. Agosta calmado el cigarro, observa cómo el humo asciende en la puesta de Gran Sol. Es de esos placeres que pocos pueden apreciar. "Disfruta mi buen amigo. Lo mereces. Tú sabes, como yo, que esto solo ha comenzado." Y Claudia me explica el guión, desvela el argumento, y me enseña el valor de la obra. "Nada importa ya. Sólo la verdad." La miro. No sabe que mejor que la verdad es un relato que le dé calma a su pesar. Sobre la mesa, en la conversación, una melodía... Todo lleva una música dentro. Solo hay que prestar atención y amarla.

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