Heráclito - la idea de la justicia en Nietzsche (volver a Grecia)

La vida hoy, tan valorada, se ha vuelto muy poco apreciable. Antes, los griegos, sabían vivir de una forma única: su mundo, poblado de dioses, se convertía en arena para la creación y la destrucción. Cada vida griega era un universo de posibilidades. Su ideal de democracia y justicia, su verdad en el reconocimiento de la apariencia, su alegría de vivir, su amor por lo público... todo era fruto de una imagen de sí mismos prestos a alcanzar lo divino. Sus dioses eran humanos, no modelos ni ideales de un más allá abstracto. Estaban por doquier afectando a sus vidas. El cosmos griego ha sido insuperado. En estos días de verano leo al "Nietzsche" de Jaspers (también hay un "Nietzsche" de Heidegger;  nadie debería extrañarse de que tan grandes filósofos hayan vuelto su mirada a Nietzsche; todavía quedan muchas lecturas). El descubrimiento de su justicia - algo que me pasó desapercibido en Zaratustra y otros -, la relectura de Heráclito, aquí entrecomillada, bien sirven para clamar por un Occidente verdadero, no este sucedáneo hedonista donde no cuesta mirar a otro lado mientras el fuego permanezca fuera (y ni siquiera esto; desde la guerra de las repúblicas balcánicas el incendio se alojó en la tímida y temerosa Europa... como si nada ocurriera); un Occidente fiel a su raíz, que no tema el conflicto en aras de una paz perpetua (esta Pax que va a acabar con nuestro mundo...). Grecia sigue siendo el lugar al que volver la vista, allí donde Eos emerge para anunciar la oportunidad de un nuevo día:
"El mundo mismo es una mezcla que constantemente necesita ser renovada. Todo devenir nace de la guerra entre los opuestos. La lucha se perpetúa hasta la eternidad. Todo acontece conforme a este conflicto, el cual manifiesta justamente, a la eterna justicia. La representación que considera al conflicto como el imperar continuo es una justicia uniforme, severa y ligada a leyes eternas... es magnífica... la buena Eris de Hesíodo se ha transformado en principio del mundo... Lo mismo que cada griego combate como si sólo él tuviese razón  y, en cada instante, una norma infinitamente segura del juicio determina hacia dónde se inclina la victoria, así también combaten las cualidades entre sí... Las cosas mismas no tienen, en modo alguno, existencia peculiar: son como el rayo centelleante de espadas desenvainadas; son el esplendor de la victoria en el combate de las cualidades opuestas" (p. 311, JASPERS, K. Nietzsche, Ed. Sudamericana: Buenos Aires, 1963).
Recuerdo a los compañeros y profesores de Ávila... cómo me revolvía ante la idea de que el conflicto fuera el verdadero motor del mundo y no el Amor. Al final, guerra y amor son uno y lo mismo. Estos contrarios reflejan el par de fuerzas que hacen girar al mundo del hombre. No hay uno sin el otro... pequeños pasos en un pensamiento, todavía obscuro.
 

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