De la natividad digital y la organización total

Exposición de discurso vacío y mirada alienada; voz de megáfono, un error consentido: regresar a la primera mitad del siglo XX un día de Floreal del año CCXXIV. Escaparate sin posibilidad de escapatoria. Espacio omnipresente, desierto digital.
Tener por superado ese pasado - dislocado, roto - y aún sigue ahí, latente, al acecho.
Innovación pervertida para vehicular negocio y control. Mujeres oprimidas, inmovilizadas, incapaces de articular pensamiento y palabra. Imaginación desalada, presa. Mensaje de cambio inmovilista; cambio que nada cambia; uniformidad. Comunicación como mandato; mensaje confundido con obediencia.
¿Qué tipo de monstruosidad es esta? Innombrable y terrible por conocida; su destino es seguro: extinción; ser ahogado por la axfisia, directiva; ¿dónde acudir para denunciar el error, lo lesivo, de lo escuchado, sentido? Meninas secuestradas; propaganda, discurso capital de consumismo y marcas, de tiendas on-line y de urgencia confundida con necesidad, ... Fundición de lo monetizable a través de medios de pago, digitales.
Creatividad esterilizada, estéril. No hay - no se quiere - ruptura, quiebra; no se busca - se impide - el salto hacia atrás y hacia arriba. Imposible volar y soñar. Poesía quebrada en la guillotina material. Sólo un plegarse a lo que está ahí. Insaciables, queriendo todo ahora. ¿Soportará el planeta esta calamidad uniforme? Alejo nos lo advertía:
"Vivimos en un mundo descabellado. Antes de la Revolución andaba por estas islas un buque negrero, perteneciente a un armador filósofo, amigo de Juan Jacobo. ¿Y sabe usted cómo se llamaba ese buque? El Contrato Social".
CARPENTIER, A. El siglo de las luces, p. 215. La Habana: Letras Cubanas, 2009

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