El hombre del anti-Arte
Es
verdad, estoy comprometido con el Arte (sí, con la A mayúscula) y con su
importancia para con nuestra especie. Es el Arte el que abre las puertas a una
verdad no cosificable, no mensurable, trascendente, inenarrable. Es probable
que la filosofía agote su camino, su empinada cumbra, y decida penetrar en la
fuente artística con la ilusión de hallar en ella, si cabe, esperanza de “algo
más”. En este compromiso me muevo cuando descubro – en una labor de
documentación y recensión – unas palabras de T. Adorno que no puedo dejar de
transcribir. Adorno no hable del Arte, no; habla de la consecuencia del modelo
de la ilustración, habla del “frío” hombre moderno (esta frialdad la trataré en
otra entrada), habla de su visión científico-técnica, habla del colectivismo y
de la masa (por favor, huid de las masas; las redes atrapan y cosifican) y refiere a la persona autoritaria. Estas son
sus palabras extractadas, aplicando cursivas ahí donde me tocan:
«Los hombres que
ciegamente se clasifican en colectividades se transforman a sí mismos en algo
casi material, desaparecen como seres autónomos. Ello se corresponde con la disposición
a tratar a los demás como masas amorfas. En “La personalidad autoritaria”, encuadré
a quienes se conducen así con el nombre de «carácter manipulador», y lo hice, por
cierto, en una época en que no eran conocidos, ni mucho menos, el diario de
Hoss y los relatos de Eichmann. Mis descripciones del carácter manipulador
datan de los últimos años de la Segunda Guerra Mundial.
(…) se distingue por su manía
organizadora, su absoluta incapacidad
para tener experiencias humanas inmediatas, un cierto tipo de ausencia de emoción, de realismo exagerado. Quiere a cualquier
precio llevar adelante una supuesta, aunque ilusoria, Realpolitik. Ni por un momento piensa o desea al mundo de otro modo
que como este es, poseído como está de la
voluntad de hacer cosas, indiferente
al contenido de tal acción. Hace de la actividad, de la así llamada eficiencia como tal, un culto que tiene su eco en la propaganda
del hombre activo. Entretanto, este tipo -si mis observaciones no me engañan, y
numerosas investigaciones sociológicas permiten la generalización- se halla
mucho más difundido que lo que pudiera pensarse. Lo que en su tiempo
ejemplificaron tan solo algunos monstruos nazis hoy puede afirmarse de
muchísimos hombres: delincuentes juveniles, jefes de pandillas y otros
similares, acerca de los que todos los días podemos leer noticias en los
diarios. Si tuviese que reducir a una fórmula este tipo de carácter manipulador
–tal vez no debiese, pero ayuda a la comprensión-, lo calificaría de tipo con
una conciencia cosificada. En primer lugar, tales hombres se han identificado a
sí mismos, en cierta medida, con las cosas. Luego, cuando les es posible,
identifican también a los demás con las cosas.
(…) Me limito a citar las palabras de Paul Valéry, pronunciadas antes
de la última guerra, a saber: “que la inhumanidad tiene un futuro grandioso.”
Particularmente difícil es rebatirlas cuando hombres de tal tipo manipulador, incapaces
de experiencias propiamente dichas, manifiestan por eso mismo rasgos de inaccesibilidad
que los emparientan con ciertos enfermos
mentales o caracteres psicóticos,
esquizoides. Con miras a impedir la
repetición de Auschwitz me parece esencial poner en claro, en primer lugar,
cómo aparece el carácter manipulador, a fin de procurar luego, en la medida de
lo posible, estorbar su surgimiento mediante la modificación de las
condiciones.
(…) Es preciso reconocer que los hombres no son explicables de manera
automática a partir de tales condiciones. Idénticas condiciones produjeron
hombres diferentes. No obstante, valdría la pena ensayarlo. Ya el simple
planteamiento del problema de cómo
alguien devino lo que es, encierra un potencial de ilustración. En efecto,
es característico de los estados
perniciosos de conciencia e inconsciencia
que el hombre considere falsamente su facticidad, su ser-así -el ser de tal
índole y no de otra-, como su naturaleza, como un dato inalterable, y no como
algo que ha devenido. Acabo de mencionar el concepto de conciencia cosificada. Pues bien, esta es ante todo la conciencia
que se ciega respecto de todo ser devenido,
de toda comprensión de la propia condicionalidad, y absolutiza lo que es-así. Si se lograra romper este mecanismo
compulsivo, pienso que se habría ganado algo».
Seguro
que tú, lectora, has conocido y conoces a más de uno así. Estos son los hombres
del anti-Arte. Su mundo es el del rigor, la cuenta, la balanza… Su visión es la visión. Nunca alcanzan la verdad,
sólo lo útil. Huyen de la misma porque no soportan su mortalidad. Desconocen el
secreto: la inmortalidad está en el Ser, en su expresión, en lo trascendente,
en lo que gravita sobre su obra.
"La educación
después de Auschwitz", Theodor W. Adorno.
Conferencia
originalmente realizada por la Radio de Hesse el 18 de abril de 1966; se publicó
en Zum Bildungsbegriff des Gegenwart, Franefort, 1967, pág. 111 y siguientes.
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