La Modernidad y su Triunfo (I)

Debo hacer una pausa - sin dejar en el tintero un compromiso ético - debo hacer una pausa para mirar a lo Absoluto, al Todo sin final, al Proyecto Metafísico. No sé si como señala T. refiriendo a Nietzsche será "la sombra prolongada de la muerte de Dios", el desierto yermo del nihilismo triunfante. No sé si será el culmen de la modernidad, su límite, su condena a repetición constante: siempre adelante, cerrando filas - hileras de soldados prestos a la suprema meta - hacia un futuro que siempre es mañana, proyectivo.
Pero la imagen del cuadro de Goya no se retira de mi pensamiento... Escucho a M., observo el Proyecto Capital-Mercado, leo las previsiones - ¿en verdad son previsiones?, ¿hay una visión que se adelanta?, ¿no es más bien un camino que se está labrando desde el presente? - escucho el coro de las religiosas voces que proclaman la venida del bienestar futuro, del pleno empleo llevado al paroxismo de la escasez de trabajadores, del superávit de empleabilidad futura. Pero no oigo hablar de Humanidad, no de Creatividad, no de Belleza, no de Arte, no de Cultura, no de Presente ni de Pasado, ni de Tradición; sólo de "trabajadores/as", solo: necesidades que toman cuerpo literalmente: contabilidad humana (tantos físicos, tantos matemáticos, tantos ¿sociólogos?). El Utilitarismo que ahoga a nuestra especie, el juego no como fin sino como medio para la adoración del Uno-Ser-Mitológico.
Siento ese vacío que T. señala, esa metáfora del supermercado del "Tiempo vaciado de cualquier experiencia". Nadie (¿Nada?) acepta estar en un caminar sin meta, nada (¿nadie?) cuestiona ese caminar y su acelerado paso. Todos (¿ninguno?) en pro de la conquista del Futuro Prometido. Ese camino nos encamina a hacer realidad una profecía: el final de nuestro tiempo; final, puesto que aceptamos un inicio; final, porque el caminar consume unos medios que no son infinitos; final, por ahogamiento.
Y Cronos sigue - insaciable - devorando a sus propios hijos.

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