Imposible soledad
Se vuelve insoportable la soledad... Nos hemos acostumbrado tanto a lo Uno, a lo público, al meollo de lo cotidiano que no podemos estar solos. El reloj avanza angustioso y mi concentración se disipa. ¿Cuesta tanto pensar por sí mismo? Es el mundo móvil, tecnificado; no puedo estar solo y acabaré por no saber estarlo. A. pasa sus horas en la oficina. J. con su anciana madre. D. y M. agostan su verano juvenil... ¿Pero quién en verdad está viviendo su propia vida? No encuentro mejor ejemplo de las palabras de H. Tanto es lo Uno que todos estamos en el mismo. ¿Por qué miro el teléfono?, ¿que mensaje espero?, ¿busco quien me rescate? En el fondo no es nada. Angustia, vacío e impropiedad. Desde mi escritorio veo el pequeño mundo en el reflejo de la ventana. La suave brisa del atardecer mece los plataneros. En el parque no está la habitual tertulia femenina. Los niños no corren. Un gorrión se posa. Juguetón salta y me asalta un pensamiento: sólo los animales viven con propiedad, inconscientes de su final. Días de verano preludian un inminente cambio.
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