Derrida (IV) - La aceleración del tiempo y el hombre nuevo
Pr.: —¿No encuentra usted que los datos del mundo político sin embargo han cambiado profundamente, que las líneas de separación prácticamente se han desmoronado, que vemos surgir nuevas formas de identificación vinculadas con el consumo masivo por ejemplo? ¿Las formas de pérdida de identidad originaria y de reconstrucciones en forma de guetos no son acaso un riesgo para nuestro porvenir? Es como si tuviésemos que vérnoslas con una forma de «desterritorialización del individuo», pero lo que está en juego es casi más una cuestión de espíritu, de psyché, y, por consiguiente, es casi una nueva forma del hombre lo que hay que volver a pensar. De ahí la dificultad de las resistencias que es preciso pensar.
J. D.: —Lo que se está preparando a un ritmo incalculable, de una forma a la vez muy lenta y muy rápida, es por supuesto un nuevo hombre, un nuevo cuerpo del hombre, una nueva relación del cuerpo del hombre con las máquinas. Ya se percibe dicha transformación. Cuando hablo de las máquinas, me refiero tanto a las máquinas de signos como a las máquinas de movimiento, de desplazamiento. La situación erecta es incluso la que cambia, el susodicho «hombre» está atravesando una zona de gran turbulencia. Aquí, una vez más, no tengo ninguna respuesta unilateral. Todos los elementos de esta mutación que está en curso me dan miedo y, al mismo tiempo, me parece que tienen que ser bienvenidos y afirmados.
Lo que tengo que hacer en este caso es confesar, declarar, hacer manifiesta de la forma más formalizada posible, esa contradicción de mi deseo. Les tengo cariño a las formas existentes o heredadas de la condición humana, del cuerpo del hombre, de lo que le resulta cercano, de su relación con lo político, con los signos, con el libro, con lo viviente y, al mismo tiempo, no quiero decirle no a todo lo que viene del porvenir. Tanto si se trata de lo viviente, de prótesis, de injertos, de genoma, de toda la aventura genética, como si se trata de la técnica, de la tecnología de comunicación, de los media que transforman profundamente el espacio público y político.
He de reconocer que, tomado de esa forma, lo que digo es contradictorio, pero no veo por qué tendría que renunciar a dicha contradicción. Vivo en esa contradicción, es incluso lo que permanece más vivo en mí; por consiguiente, la declaro. Y añado que si hay que asumir alguna responsabilidad, que tomar alguna decisión, éstas han de ser tomadas a través de esta tensión contradictoria. Si sé, si creo saber que hay que agarrarse al pasado, o que hay que precipitarse soltando el lastre del pasado hacia las nuevas formas de lo viviente, de la organización social, del espacio público, de lo geopolítico, ya no hay que asumir ninguna responsabilidad, sé lo que hay que hacer, tengo respuestas ya listas a la pregunta «¿cómo?». En ese momento es cuando dejamos hacer; y, por lo demás, eso es lo que se hace a menudo.
"¡Palabra! Instantáneas filosóficas", Jacques Derrida
Edición electrónica
Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.
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