Heidegger (IV) - No tener tiempo y las vidas impropias


Heidegger no encuentra límites en su razonamiento. Cuando pone su mirada en la temporeidad y en el ocuparse señala un mal de nuestros días. Esto es lo que sufrimos y de lo que nos quejamos:
El irresoluto se comprende a sí mismo a partir de los sucesos y azares inmediatos que en esa presentación comparecen en variable afluencia. Perdiéndose a sí mismo en sus múltiples quehaceres, el irresoluto pierde en ellos su tiempo. De ahí procede ese decir que le es tan característico: “no tengo tiempo para nada”. 
Es decir, vivimos vidas impropias, perdidas en los quehaceres, inconscientes de su tiempo. El autor señala la vida propia como remedio:
Y así como el que existe en forma impropia pierde constantemente el tiempo y nunca “tiene” tiempo, así también el carácter distintivo de la temporeidad de la existencia propia es que esta existencia, en su resolución, nunca pierde el tiempo, y que “siempre tiene tiempo”.  
Y lo argumenta desde el plano filosófico de la temporeidad:
Porque la temporeidad de la resolución tiene, por lo que respecta a su presente, el carácter del instante. En el modo propio como el instante presenta la situación no es el presentar lo que toma la dirección, sino que la presentación está retenida en el futuro que está siendo sido. La existencia instantánea se temporiza como extensión íntegra en forma de destino, en el sentido de la estabilidad propia e histórica del sí-mismo. La existencia que es tempórea de esta manera tiene “en forma estable” su tiempo para lo que la situación exige de ella. Pero de este modo la resolución abre el Ahí tan sólo como situación. Por consiguiente, lo abierto no puede comparecer nunca para el resuelto en tal forma que éste pudiera perder en ello su tiempo sin resolverse.
Es por ello que las personas que parecen estar más ocupadas, que compaginan numerosas actividades y responsabilidades, son - sin embargo - las que parecen "tener siempre tiempo". Perdidos en el Uno nos olvidamos de nuestro tiempo; abordamos ocupaciones impropias, llevados de las distracciones de la vida cotidiana, sin prestar nuestra mirada a la muerte, sin volver de la misma para nuestro Ahí propio.

SER Y TIEMPO. Martin Heidegger (1927). Traducción, prólogo y notas de Jorge Eduardo Rivera. Edición electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.

§ 79. La temporeidad del Dasein y el ocuparse del tiempo (pp. 394-395).

Comentarios

Entradas populares