Del deber de la desobediencia civil

Cobra de nuevo actualidad las palabras del discípulo de Emerson:
"El error más craso y extendido requiere para su supervivencia de la virtud más desinteresada. Los nobles son los más propensos a incurrir en el leve reproche de que es susceptible comúnmente la virtud del patriotismo, Aquellos que, mientras desaprueban el carácter y la necesidad de determinado gobierno, le conceden su adhesión y sostén, son indudablemente sus más concienzudos paladines. (...) ¿Cómo puede sentirse satisfecho un hombre tan solo por sustentar una opinión, y cómo puede hasta gozar de ello?¿Hay algún disfrute en ello, si en su opinión está siendo vejado? Si tu vecino te estafa un solo dólar, no te quedas tan ancho con el conocimiento del hecho ni con proclamarlo así; ni siquiera exigiéndole la debida restitución, sino que tomas medidas inmediatas para hacerla efectiva, al tiempo que dispones las necesarias para que no vuelva a ocurrir. La acción a partir de los principios - la percepción y la práctica de lo que es justo - cambia las cosas y las relaciones; es esencialmente revolucionaria, y no casa plenamente con lo anterior. (...) Hay leyes injustas. ¿Nos contentaremos obedeciéndolas o trataremos de corregirlas y seguiremos obedeciendo hasta que lo consigamos o, más bien, las transgrediremos en seguida? Bajo un Gobierno como el presente, los hombres piensan por lo general que es mejor aguardar hasta haber persuadido a la mayoría de la necesidad de alterarlas. Piensan que, de resistirse, el remedio sería peor que la enfermedad. Pero es culpa del Gobierno mismo que el remedio sea peor que la enfermedad. Aquél la empeora. ¿Por qué no prevé y procura, en cambio, las reformas necesarias?¿Por qué no atiende a su prudente minoría?¿Por qué grita y se agita antes de ser herido?¿Por qué no anima a sus ciudadanos a que se mantengan alerta para que le señalen sus faltas, y a conducirse mejor de lo que, de otro modo, esperaría de ellos? (...) Si la injusticia forma parte de la necesaria fricción de toda máquina de gobierno, que siga, que siga. Quizá llegue a suavizarse con el desgaste; la máquina, ciertamente, lo hará. Si la injusticia tiene una polea, un muelle o una palanca exclusivos, puede que quizá podáis considerar si el remedio no será peor que la enfermedad; pero, si es de naturaleza tal que requiere de vosotros como agentes de injusticia para otros, entonces os digo: Romped la ley. Que vuestra vida sea una contrafricción que detenga la máquina. Lo que hay que hacer, en todo caso, es no prestarse a servir al mismo mal que se condena."
"Del deber de la desobediencia civil", Henry D. Thoreau (1854). 
 

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