Marx (I) - El bienestar amenazado
Ciertamente, en el primer mundo no tenemos muchas razones objetivas para hacer patente el descontento. La sociedad construida ha acumulado el capital necesario para sostener de forma prolonga un nivel de bienestar sustentando en una tasa de natalidad baja y en una inversión constante en conocimiento. No es así la situación del segundo y tercer mundo. Leyendo a un clásico del capitalismo encuentro argumentos de 1844 que están de plena actualidad y que lentamente - con la inestimable ayuda de la crisis (a) financiera, (b) de deuda y (c) de valores y de moral - están penetrando de forma subrepticia por por nuestra frontera europea, extrañamente por nuestro norte, quizá por la victoria de Mammón. El constante esfuerzo por elevar el nivel de riqueza, generar clases medias cultas, con capacidad de tomar las riendas y sembrar riqueza, lo encuentro amenazado por una visión liberal decimonónica. Leamos al teórico del capitalismo:
"Para ser conducida con éxito, la guerra industrial exige a ejércitos numerosos que pueda acumular en un mismo punto y diezmar generosamente. Y ni por devoción ni por obligación soportan los soldados de este ejército las fatigas que se les impone; sólo por escapar a la dura necesidad del hambre. No tienen ni fidelidad ni gratitud para con sus jefes; éstos no están unidos con sus subordinados por ningún sentimiento de benevolencia; no los conocen como hombres, sino instrumentos de la producción que deben aportar lo más posible y costar lo menos posible. Estas masas de obreros, cada vez más apremiadas, ni siquiera tienen la tranquilidad de estar siempre empleadas; la industria que las ha convocado sólo las hace vivir cuando las necesita, y tan pronto como puede pasarse sin ellas las abandona sin el menor remordimiento; y los trabajadores... están obligados a ofrecer su persona y su fuerza por el precio que quiera concedérseles. Cuanto más largo, penoso y desagradable sea el trabajo que se les asigna tanto menos se les paga; se ven algunos que con un trabajo de dieciséis horas diarias de continua fatiga apenas pueden comprar el derecho de no morir."
Manuscritos Económicos y filosóficos, Karl Marx.
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