Cicerón - Tusculanas (III) - La sobriedad

"¡Con qué poco se contenta Epicuro! Nadie ha dicho más cosas a propósito de la sobriedad en el modo de vivir. Efectivamente, al mantenerse alejado de lo que provoca la pasión por el dinero, como que haya recursos suficientes para el amor, la ambición, los gastos cotidianos, ¿por qué habría de desear vivamente el dinero o, mejor aún, por qué habría de preocuparse en absoluto? ¿Acaso el escita Anacarsis fue capaz de despreciar el dinero y no van a poder hacerlo nuestros filósofos? Se ha transmitido una carta suya en estos términos:
Anacarsis saluda a Hannón. Tengo por vestido el manto de los escitas, por calzado los callos de mis pies, por lecho la tierra, por guiso el hambre, me alimento de leche, queso y carne. Por tanto, puedes venir a visitarme y encontrarás un hombre tranquilo. Esos regalos con los que te complaces, dáselos a tus conciudadanos o a los dioses inmortales.
Casi todos los filósofos de todas las escuelas, excepción hecha de aquellos a los que su natural corrompido haya apartado de la recta razón, habrían podido mostrar ese mismo espíritu. Sócrates, al ver en una procesión gran ostentación de oro y plata, dijo:
¡Cuántas cosas no deseo!
(...) Sin embargo, Diógenes, como cínico que era, cuando Alejandro le pidió que le dijese si necesitaba algo, le respondión con mayor libertad:
Ahora, en concreto, que te apartes un poquito del sol.
Evidentemente, le hacía sombra mientras tomaba el sol. Solía debatir éste también sobre cuánto aventajaba al rey de los persas en su modo de vida y su fortuna; a él no le faltaba de nada, a aquél nada le parecía nunca suficiente; él no echaba de menos esos placeres de los que aquél nunca podía saciarse, mientras que el rey nunca podría conseguir los suyos."v
Cicerón, TUSCULANAS V, 32

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