Malos tiempos

En los últimos años he venido defendiendo con un convencimiento cercano a un acto de fe, que el principal activo de las sociedades europeas radicaba en el conocimiento de sus ciudadanos. Esto, trasladado al mundo empresarial, de investigación, educativo, cultural, de vanguardia... venía a significar que el motor de nuestro crecimiento y el sostén de nuestro estilo de vida se alimentaba desde la creatividad de las personas que formaban y construían nuestras sociedades. Creo que, aunque pueda sonar obvio, conviene poner esa visión al frente hoy en día. Desde 2008 se ha venido produciendo un progresivo deslizamiento hacia hábitos orientalizantes en el contexto europeo. El trabajo, la investigación, la educación, siendo por sí mismos espacios de creatividad y forja de crecimiento, se están convirtiendo en meros modos de supervivencia al servicio de la máxima de "hacer más y mejor por menos y durante más tiempo". Un escenario como el descrito no puede ser motivador para nuestros jóvenes; tampoco es el escenario que desearon nuestros mayores; es un espacio de desesperanza, una cierta rendición. Hoy, como ayer, es necesario levantarse y decir que queremos cambiar el mundo, que nuestra iniciativa e inventiva es la que puede hacer de nuestro entorno un espacio de riqueza y bienestar. Los malos tiempos que vivimos sólo pueden vencerse con entusiasmo, esfuerzo e ilusión por un presente en constante transformación - la transformación que las personas le imprimen - y por un futuro que está en nuestras manos y es nuestra responsabilidad construir. No nos resignemos al signo de nuestro tiempo. Cambiemos nosotros para que todo cambie.

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