Apuntando al tiempo del ser (III)
A medida que avanzo en el tiempo encuentro un ser que se
agranda a pasos agigantados. Del olvido del ser de la metafísica nos
desplazamos hacia una rememoración del ser que lo ocupa todo.
El hombre como pastor del ser; pensar es pensar el ser;
mencionar el ser es otra forma de mencionar el tiempo... Quizá no hay “fábricas
del tiempo”. La aproximación desde la física de quantums sigue siendo aristotélica. Señala Rosaura: “El tiempo no es ningún producto
del hombre. El hombre no es ningún producto del tiempo. Aquí no se da ningún
producir. Se da sólo el darse en el sentido del denominado ofrendar o extender
esclarecedor del espacio-tiempo”[1].
Y sin embargo, la imagen de “átomos
de tiempo” [2]
(por ahí corren los ríos Leucipo y Demócrito) es una pregnante idea para
describir eso de la materia que no se
sujeta a la descripción. Uno o varios universos se expanden en aceleración...
¿efecto del big-bang?, ¿efecto de la
"materia negra"? La física se hunde – todavía – en el abismo de
Planck y empieza a construir doctrinas pitagóricas. Estar a 10-35 es
soportar mucha presión.
Una fantasmología
- el recurso del espectro - como señal de que hay algo que se abre al ente
hombre y que se le ofrece a la vez que se oculta. El fantasma del rey muerto
que retorna. El recurso a Hamlet de Rosaura es una brillante exposición de la
brecha abierta en la metafísica de la presencia al mostrarse el ser como tiempo
desvelado. Si el ser es el tiempo auténtico (no sucesión de presentes) ha sido
siempre y siempre se ha mostrado y ocultado al ente que escucha al ser por
todos los tiempos. El ente hombre es ahora un reflejo (reflexión) del ser;
antes tuvo que haber otros; después habrá también otros.
Quizá estemos al borde de encontrar en la física y en la
filosofía una respuesta común, integradora, total. Quizá esto no sea sino otro
mito.
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