Reflexiones sobre el capitalismo (II) - Schumpeter o ¿el socialismo que viene?

Hoy muchos hablan de la destrucción creativa refiriendo a Schumpeter. El mismo Manual de Oslo es un homenaje a la obra de este autor. Basten estas líneas para entender qué es lo que el manual quiere señalar respecto a escenarios de innovación:
"El impulso fundamental que pone y mantiene en movimiento a la máquina capitalista procede de los nuevos bienes de consumo, de los nuevos métodos de producción y transporte, de los nuevos mercados, de las nuevas formas de organización industrial que crea la empresa capitalista" (p. 120).
No sé si en realidad llegamos a percibir lo que este economista quiso reflejar en los años 30 del pasado siglo cuando redactaba Capitalismo, Socialismo y Democracia. Europa estaba sumida en una política intervencionista estatal clara. El movimiento socialista estaba en auge en todo el continente. Rusia se había convertido en el paraiso libertario. El fascismo echaba raíces en centroeuropa. El capitalismo hacía aguas (EE.UU. seguía sufriendo su depresión del 29). La burguesía se hallaba acorralada... Y Schumpeter describe a la naturaleza intrínseca del capitalismo como "la destrucción creadora".
"La apertura de nuevos mercados, extranjeros o nacionales, y el desarrollo de la organización de producción, desde el taller de artesanía y la manufactura hasta los concerns, tales como los del acero de los Estados Unidos (U.S. Steel), ilustran el mismo proceso de mutación industrial (...) que revoluciona incesantemente la estructura económica desde dentro, destruyendo ininterrumpidamente lo antiguo y creando continuamente elementos nuevos. Este proceso de destrucción creadora constituye el dato de hecho esencial del capitalismo y toda empresa capitalista tiene que amoldarse a ella para vivir" (pp. 120-121)
A riesgo de caer en la más burda simplificación, el autor, en su obra, hace todo un alegato en favor de un determinado modelo capitalista, el de las grandes concerns; éste tiene muy poco que ver con el emprendizaje que está constantemente golpeando el picaporte de la puerta y de nuestros sentidos. Pero lo hace como medio, vía, para pronosticar el advenimiento de un socialismo cuya aurora sería el estadio epigónico de un capitalismo quasi estacionario, donde los grandes oligopolios han perfeccionado al extremo sus prácticas técnico-productivas, donde la propiedad se ve dispersa en un conglomerado de accionistas, donde el propio concepto de propiedad se desvanece; un capitalismo burocratizado, cuyos fines son de largo plazo, no preocupado por la competencia; es más, un capitalismo libre de la competencia perfecta y sus ataduras.

Cuando Schumpeter habla de destrucción creativa está anunciando la destrucción del capitalismo (no por advenimiento de factores externos, sino por el propio agotamiento del modelo; hay vinculaciones feudales en el capitalismo que vivimos), la destrucción del capitalismo y el nacimiento del socialismo.

Pero esto lo escribió en 1935. Leerle hoy es tanto como adentrarse en la prehistoria. Y sin embargo, el capitalismo transnacional reflejado en las grandes multinacionales arrastran algo de lo que planteaba: se diluye la noción de propiedad, se burocratizan las estructuras, el gobierno de las empresas guarda poca relación con el creador de las misas; quizá, forzando un poco el razonamiento, el capitalismo que nace en los años 90 del pasado siglo pierde el interés por el producto y presta interés al interés (conquista nuevos territorios; mueve masas monetarias de ahorradores del primer mundo allí donde más renten; eso explica las primeras crisis financieras del último decenio del siglo XX). Cabe preguntarse, cumplido el primer decenio del siglo XXI, en trance de superar en los países mediterráneos la penúltima crisis financiera, si no estaremos abocados a más intervención estatal o si - por contra - es el mercado (llámese por su nombre: las empresas con intereses transnacionales; que no es lo mismo que el mercado local) el que va a regir la economía global (un eufemismo para referir al mundo; puesto que un modelo económico es un factor determinante para un modelo político y cultural). Los Estados y sus instituciones estaban llamados a domeñar la evolución capitalista (todos han olvidado a Keyness). Hoy parecen servirla. ¿Y sirviéndola no estarán haciendo un favor a su propia desaparición - la del capitalismo - y con ella a la de los Estados concebidos desde parámetros burgueses? Puede resultar una obviedad decir que estamos viviendo un acelerado proceso histórico hacia un estadio que ¿nadie? ha considerado. El progreso avanza sin bocado.

Las citas refieren a:

SCHUMPETER, J. A. Capitalismo, Socialismo y Democracia (Tomo I). Ediciones Orbis: Barcelona, 1983.



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