Reflexiones sobre el capitalismo

Refiere Naredo, en su obra Raíces económicas del deterioro ecológico y social, p. 7 (imprescindible para el que quiera entender lo que sucedió a partir de 2006), refiere un texto de Jonh Stuart Mill, de su obra Principles of Political Economy (en su traducción al castellano la 7ª edición inglesa de 1871), que viene a colación de todo el ruido mediático que llevamos sufriendo desde la crisis, primero financiera, y en España financiera y sistémica (¿nadie pensó que era insostenible el círculo vicioso del capital bancario y la actividad inmobiliaria? Quizá es que era un buen negocio), ruido mediático impuesto por unos intereses muy particulares (que toman la forma de “pensamiento” y lo adjetivan como “único”; ¿no es esto un oxímoron?). Alguien tan poco sospechoso de antisistema como Mill (Naredo alerta de cómo se inocula el virus de confundir antisistema y antiglobalización; refiere – y acentúo – a la globalización de los predadores, pero resalta con inteligencia que no es la única), Mill planteaba lo siguiente:

«Confirmo que no me gusta el ideal de vida que defienden aquellos que creen que el estado normal de los seres humanos es una lucha incesante por avanzar y que aplastar, dar codazos y pisar los talones al que va delante, característicos del tipo de sociedad actual [¿estamos en 1848?] , constituyen el género de vida más deseable para la especie humana (…) No veo que haya motivo para congratularse de que personas que son ya más ricas de lo que nadie necesita ser hayan doblado sus medios de consumir cosas que producen poco o ningún placer, excepto como representativas de riqueza (…), sólo en los países más atrasados del mundo puede ser el aumento de la producción un asunto importante; en los más adelantados lo que se necesita desde el punto de vista económico es una mejor distribución».
Mill, 1848 (reedición 1978, p. 641).


Hablar hoy de distribución de la riqueza suena a discurso de izquierdas… pero lo dice un ilustre liberal. ¿Es que no se puede vivir con menos? Naredo resalta muy bien en su obra cómo el prefijo ECO debe servir de gancho entre economía y ecología para una nueva forma de plantear el desarrollo humano; pero esto tiene implicaciones globales: desde los mecanismos regulatorios hasta la consideración del coste real del proceso extractivo. Otro modelo parece posible; lo que está sucediendo no es inevitable, pero requiere decisión; ¿por qué estamos tan confortables?.

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