Cicerón - Tusculanas (V) - Estoicismo

... porque la naturaleza se contenta con un tipo de vida humilde. ¿Quién no ve que todo eso se condimenta con el apetito? Darío, en su huida, tras haber bebido agua turbia y emponzoñada por los cadáveres, dijo que nunca había bebido con más gusto. Ni tampoco Tolomeo había comido hambriento; cuando en un viaje por Egipto, tras haberse quedado sin comitiva, le ofrecieron en una choza un mendrugo de pan, nada le pareció más gustoso que aquel pan. Se cuenta de Sócrates que, tras caminar hasta el atardecer a buen paso y al preguntársele por qué lo hacía, respondió que "paseando se aprovisionaba para cenar mejor" (Jenofonte, Memorables I 3,5). Más aún, ¿es que no vemos lo que comen los lacedemonios en las comidas públicas? En una ocasión en que el tirano Dionisio cenó allí, dijo que no le había gustado nada ese célebre caldo negro que constituía el plato principal de la cena. Entonces le dijo el cocinero: "No me extraña en absoluto; le han faltado los condimentos". "¿Cuáles?, dijo él. "El esfuerzo de la caza, el sudor, la carrera hasta el Eurotas, el hambre, la sed. Las comidas de los lacedemonios se condimentan de esas cosas".
Cicerón, TUSCULANAS V, 34

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