Fukuyama y Huntington



Leo a Fukuyama y no acierto a juzgarle. Le contrasto con Huntington y me producen - ambos - inquietud. En ocasiones encuentro una dialéctica simple, maniqueista; otras, percibo en Fukuyama a un pensador profundo, cultivado, quizá adelantado a su tiempo. Después, contrastar su participación dentro de la estructura político-militar de EE.UU. (también Huntington) me lleva a pensamientos cercanos a la propaganda, al anuncio de un nuevo orden. Y sin embargo Fukuyama parece estar más allá.
Fukuyama hace uso de Hegel frente a Marx para analizar los hechos históricos que le llevan al final de la Historia. Esto uso deriva en uno de sus dos ejes a principios éticos de competencia entre hombres y a una lógica de maestro - esclavo, poseedor - poseido. "Los amos son los que lucharon y no temieron morir en la batalla. Los esclavos son aquellos que se dejaron dominar por el miedo biológico a la muerte, y que antes que morir prefirieron someterse a una vida de servidumbre. Por lo tanto, la primera distinción de clase, a diferencia de lo que postuló Marx, no es económica, sino una distinción ética entre los que arriesgan sus vidas y aquellos que no están dispuestos a hacerlo." Pienso que este argumento va a derivar en la necesidad de crear Estados donde sus ciudadanos estén dispuestos a arriesgar sus vidas por un ideal superior; este ideal podría ser la "liberal democracia"; y sin embargo, el propio autor reconoce que los regímenes autoritarios "son capaces de generar mayor crecimiento económico que los democráticos. En el siglo XIX tenemos a Japón de la era Meiji, a la Alemania pos-birmarckeana, y en este siglo están Brasil (bajo el régimen militar), Corea del Sur, Taiwan y España (esta última bajo el gobierno de Franco)." Por tanto, siguiendo la línea trazada por Fukuyama y cruzando con su contemporáneo y dialéctico Samuel P. Huntington, cabe esperar que el autor reclame el agotamiento de la República y la necesidad del Imperio. ¿Están interpretando la historia de EE.UU. desde los ejes axiales del nacimiento del Imperio Romano? Sigo la lectura ("El Futuro Después del Fin de la Historia - Mesa Redonda") y encuentro la interpretación de Fukuyama del excepcional filósofo alemán F. Nietzsche: "Nietzsche diría que, contrariamente a lo que señala la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, todos los hombres no son creados iguales, y aun si lo fueran, no habría ninguna forma de excelencia o de realización o de lucha por algo más elevado si todos los hombres quisieran ser reconocidos en igual forma por los otros." Y es que el alemán sentía un vivo deseo por liberar al hombre de sus atavismos y despertar un nuevo hombre. Fukuyama sigue a Nietzsche para justificar la posibilidad de que la Historia comience de nuevo (N.A.): "Y el último hombre, de alguna manera, se relaciona con el primer hombre, porque no creo que a la gente le gustaría convertirse en esa creatura despreciable, que se satisface sólo con un consumo incesante, como el último hombre de Nietzsche, y, por consiguiente, persiste la posibilidad de que el género humano sea arrastrado de nuevo a la historia: que la historia vuelva a comenzar una vez más." Quizá el autor erra en el verbo arrastrar; el hombre es - a mi juicio - el creador de la Historia. Fukuyama anuncia el fin de una Historia para servir - pienso - de prólogo a un renacer histórico; el autor empieza a cuestionar la forma de gobierno democrática; su posición es lógica; la democracia se justificó en el siglo XX por contraste con el socialismo; desaparecido éste es momento de preguntarse si la forma de gobierno democrática es un bien en sí mismo. Es decir, la pregunta es la antesala a un planteamiento de una forma de gobierno diferente. En la Historia que se agota de Fukuyama se percibe un nuevo amanecer: "Es decir, más allá de ser mejor que las otras alternativas que hemos visto en este siglo, ¿cabe imaginar una tercera o cuarta opción que pueda resolver algunas de las insatisfacciones de nuestro sistema democrático? Aquí radica, verdaderamente, la esencia del problema acerca del fin de la historia. No se trata de predecir o no el futuro, sino en obligarle a uno a pensar en el problema de la democracia liberal en sí, y de si es el sistema político y social más adecuado." Concluyo el libro con un sentimiento ambiguo. Crear un nuevo orden puede ser una aventura repleta del riesgo que empuja al hombre a nuevos desafíos. La pretensión de un orden postdemocrático produce vértigo pero es igualmente apasionante. El potencial apocalipsis enunciado por Huntington en su libro "El Choque de Civilizaciones" empieza a parecerme algo ciertamente posible.

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